Ya sea que al día de hoy tenga una amplia solvencia económica o el dinero dificultosamente le alcanza hasta el próximo salario o mensualidad, la principal forma de asegurarse un estilo de vida cómodo y sin necesidades en el futuro es ahorrando o invirtiendo por un periodo de tiempo determinado. Ahorrar es separar parte de sus ganancias y no gastarlo; invertir es poner ese dinero que ha ahorrado a trabajar por usted. Usted “pone a trabajar su dinero” cuando: a) Usted invierte el dinero en bonos o fondos en espera de “intereses” o “rendimientos” o compra acciones por la posibilidad de obtener “dividendos”. b) Usted compra algo que puede incrementar su valor con el tiempo y lo vende con la expectativa de ganar más de lo que usted pagó por ello. TODAS las inversiones tienen algún nivel de riesgo. Ya sea que vaya a comprar bonos, acciones o participaciones de un fondo de inversión, es importante que conozca los riesgos que conllevan y que entre estos riesgos está la posibilidad de perder parte o todo su dinero. Ante este panorama, ¿Entonces para qué invertir? A medida que la moneda se va devaluando los precios de los artículos de consumo, el agua, la electricidad y la colegiatura de los hijos van subiendo, y si a esto le sumamos la deuda de una hipoteca o un préstamo, es cada vez más difícil el poder ahorrar lo suficiente para asegurarse una calidad de vida igual o superior como la que tenemos en la actualidad o bien, para alcanzar esas metas especiales como: tomar un crucero, asistir a un campeonato mundial de futbol, comprar un carro nuevo o pagar los gastos universitarios propios o de sus hijos. Si organizamos nuestras finanzas y podemos ahorrar una suma para invertir, el mercado de valores suele premiar el riesgo adicional que estamos tomando con rendimientos o intereses que pueden ser mayores a los que generalmente obtendríamos con productos de ahorro (certificados de depósito a plazo o CDP, cuentas de ahorro, entre otros) acortando de esta forma el tiempo que debemos ahorrar e invertir para lograr nuestra meta.
